Una
vez leí que crecer era “aprender a despedirse, aprender a decir
adiós”. Adiós a lugares, a cosas y, lo que yo considero más
complicado, a personas. Leí que a base de despedidas uno se hacía
mayor, maduraba y se enfrentaba, cada vez con más fuerza, a la vida.
<<...el
día que te das cuenta de que crecer va a significar despedirse de
personas, situaciones, emociones, memorias, ilusiones e incluso
amigos que se supone iban a ser para toda la vida. El día que ves
que crecer significa conocer cada día más gente que ya murió. El
día que te das cuenta de que hoy te despides mejor que hace un año.
Que ya no te sorprende que la gente desaparezca de tu vida. Ese día
estás aprendiendo a decir adiós, ese día estás creciendo...>>
Tengo
que admitir que era un texto corto que por sí solo conformaba el
capítulo número quince de un libro de treinta y seis, mas pese a
todo, parecía independiente a su contexto. En el momento, recuerdo
que detuve el movimiento ocular izquierda-derecha y dejé de leer por
unos días
-¿Por
qué?
-No
sabía si lo siguiente me haría pensar tanto como aquella página.
Tal vez fuese mejor dar por acabada allí la lectura. Despedirse del
tomo y crecer con aquella lección.
Un
año o tal vez varios después, -mi memoria me impide fechar
concretamente este momento-, hoy, ahora mismo, justo antes de gastar
el tiempo que he tardado en escribir estas líneas, he reabierto
ciertos documentos que creía tener olvidados y la frase con la que
comencé este texto ha venido a mi como un rayo: “crecer es
aprender a decir adiós”. Hoy, ahora mismo, justo ahora, se que he
crecido en varios meses más que en todos los años -tampoco son
tantos, a decir verdad- que figuran en mi documento de identidad
pero, si tengo que hablar con la conciencia tranquila, ha sido un
crecimiento obligado. Ha sido un tratamiento para el “estirón
definitivo de los huesos” que ciertas personas me han recetado sin
saber de medicina.
A
todos vosotros, en especial a ti, os/te digo esto:
Espero
que, pese a lo que pase por tu cabeza, sepas que de mi boca jamás
salió un adiós hacia ti. Tal vez algún día lo haga, no lo sé,
pero necesito hacerte llegar que si te miro por la calle cada vez que
nos cruzamos no es para “aprender a crecer” sino que aun sigue
siendo para empezar una conversación estúpida con un “hola”.
Por favor, no sigas apartando la cara.
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